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miércoles, 24 de febrero de 2010

REQUISITOS DE LIDERAZGO

ISRAEL, LUCHANDO POR SOBREVIVIR, NECESITABA UN LÍDER

“Los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza”. 1 Samuel 2:9

Ninguna nación, ninguna organización, ni ninguna familia, es grande sin un gran liderazgo. Pero, ¿cómo se obtiene? Israel se vio obligada a hacerse esa pregunta durante un período crítico, un tiempo de vida o muerte. Tres hombres accedieron al poder máximo: Samuel, Saúl y David. Todos ellos fueron figuras atrayentes y poderosas que supieron ganarse admiración y respeto. Dos de ellos, David y Samuel, llegaron a ser líderes muy exitosos. El otro, Saúl, tuvo un comienzo promisorio, pero terminó en el fracaso.

La lucha por la supervivencia

Israel carecía de una administración central y un ejército regular. Organizada como una vaga confederación de 12 tribus, los israelitas sólo se pedía ayuda mutua en casos de emergencia, Ocasionalmente, líderes inspirados – los jueces - se hacían cargo de la defensa militar cuando era necesario. La nación había funcionado de esta manera durante más de 100 años, y las tribus parecían demasiado independientes como para cambiar. Pero los filisteos los estaban apremiando. Una crisis de liderazgo – una crisis que pondría a prueba la existencia misma de Israel - se avecinaba.

¿Por qué comenzar con Ana?

Extrañamente, 1 Samuel no comienza con una batalla, ni siquiera con una crisis de liderazgo, sino con un problema familiar muy privado. Dos esposas agriamente celosas tenían querellas constantes. Una la que tenía hijos, se mofaba constantemente de la otra a causa de su esterilidad. Ana, la esposa sin hijos, se volvió a Dios en su desesperación. Oró, y le prometió dedicarle un hijo. El resultado fue un niño llamado Samuel.

Ana cumplió su promesa a Dios, y Samuel creció y llegó a ser uno de los líderes más grandes que Israel llegara a conocer. Tenía una triple función: servía como profeta que podía discernir la voluntad de Dios; como sacerdote guiaba a Israel en su culto; era, además, su comandante militar. El escogió bajo la dirección de Dios, a los primeros dos reyes de Israel. La personalidad fuerte de Samuel le da coherencia a todo el libro de 1 Samuel, aunque se retira oficialmente al fin del capítulo 15.

¿Por qué comenzar 1 Samuel con Ana? Las luchas de Ana son las de Israel, en miniatura. Su frustración la obligó a mirar a Dios, y como resultado, su hijo Samuel sirvió en el tabernáculo en vez de seguir los pasos de su padre como agricultor. La historia de Ana demuestra que del dolor amargo puede brotar una gran promesa, si ese dolor lo lleva a uno a Dios. Los israelitas, que iban a experimentar muchos, muchos más problemas en su historia, necesitaban el ejemplo de Ana.

Dios escoge sus propios líderes

La historia de Ana nos recuerda también que los líderes que Dios escoge no provienen necesariamente de los habituales canales del sistema. Lo normal hubiera sido que los hijos corruptos de Elí se hubiesen hecho cargo del liderazgo nacional. Pero Dios no quería saber nada con ellos. En vez de ello, Él bendijo a una mujer que había buscado su ayuda en el momento de dificultad, y bendijo a ese hijo durante todo el tiempo que éste confió en su ayuda. Dios escogió un conductor tal como Él lo necesitaba, un líder que le escuchara. “Ha dicho Jehová… yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”. 1 Samuel 2:30

Samuel nunca olvidó esa lección. Ungió a Saúl como primer rey, y luego, cuando Saúl dejó de honrar a Dios, le retiró su autoridad. Luego, pasando por alto muchos candidatos de apariencia y antecedentes excelentes, Samuel escogió a David, un pastor joven, para reemplazar a Saúl. Bajo David, Israel llegaría a ser un reino rico y seguro. ¿Sucedió esto porque David tenía dones tan naturales de liderazgo? 1 Samuel sugiere una perspectiva diferente: David tuvo éxito porque Dios lo escogió para dicha tarea, y porque David buscó constantemente la dirección de Dios. El mejor liderazgo, al fin y al cabo, proviene de Dios.

Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!

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