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domingo, 28 de febrero de 2010
sábado, 27 de febrero de 2010
¡Jesús.. Un Sólo Amor!
¡Sólo Dios!
¡Cristo Sana!
jueves, 25 de febrero de 2010
EL POR QUÉ DEL RECHAZO DE SAÚL
EL LÍDER QUE CEDIÓ BAJO PRESIÓN
“Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”. 1 Samuel 15:23
Saúl tenía todo a su favor. Alto y bien parecido, llamaba la atención de la gente por su apariencia. Dios lo escogió para ser el primer rey de la historia de Israel. Poco después era ungido en secreto. El Espíritu de Dios vino sobre él – éste fue un encuentro con Dios que afectó su personalidad.
Casi inmediatamente Saúl se hizo cargo de una operación militar de rescate, salvando de la mutilación a la gente de una ciudad sitiada. Luego fue coronado rey en ceremonia pública, aunque él mismo no había hecho campaña alguna para lograr el cargo. (Es más, se ocultó durante la selección). Sabiamente, se negó a que sus oponentes fuesen castigados. En vez de ello, unificó a las doce tribus tras de sí, aun cuando él mismo provenía de una tribu pequeña y minoritaria.
Saúl escogió a los mejores jóvenes para servir en su ejército. Uno de ellos, David, no solamente era un general hábil, sino también un seguidor leal que nunca se opondría a Saúl – aún cuando tuvo una buena excusa para hacerlo. David se casó con la hija de Saúl y el hijo mayor de Saúl, Jonatán, se convirtió en el mejor amigo de David. Esto debería hacer solidificado la alianza, sellando el éxito de Saúl.
Deterioro bajo presión
Y con todo, la vida de Saúl, tomó un giro trágico. La primera señal de dificultades, según lo relata 1 Reyes, apareció poco después de haber ascendido al trono. Mientras preparaba la campaña contra los filisteos, Saúl se mostró impaciente. Samuel, que estaba encargado de dirigir la preparación espiritual adecuada para la batalla, se retrasó siete días. Los hombres de Saúl comenzaron a desertar y Saúl decidió que no podía esperar más. El mismo comenzó a efectuar los sacrificios religiosos que se suponía que Samuel, el sacerdote, tenía que presentar. En ese momento llegó Samuel. Increpó duramente a Saúl (1 Samuel 13:13-14). El apuro de Saúl, aunque parezca insignificante, demostraba una debilidad interna: su disposición a comprometer, bajo presión, las direcciones que Dios le daba.
La batalla tomó lugar poco tiempo después e Israel triunfó milagrosamente. Pero en la victoria Saúl actuó algunas veces en forma vacilante y otras en forma apresurada. No podía decidirse a atacar. Luego hizo un voto jactancioso que desorganizó al ejército israelita, permitiendo que los filisteos huyeran.
Intento de asesinato
Cierto tiempo después Saúl entró nuevamente en componendas bajo una situación de apremio, al no seguir las instrucciones precisas que Dios había dado para la campaña militar (1 Samuel 15:3). Una vez más, Samuel lo atrapó en el momento justo. Esta vez acusó a Saúl de rebelarse contra Dios. Las palabras de Samuel deben haber resonado en los oídos de Saúl el resto de su vida: “Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”. 1 Samuel 15:23.
Sin el apoyo de Dios ni de Samuel, Saúl perdió su confianza en sí mismo. Un espíritu malo comenzó a atormentarlo. En vez de establecer una alianza con David, lo persiguió, obligándole a huir al desierto para salvar su vida. Eventualmente el temor redujo a Saúl a estado de inseguridad continua, incapaz de brindar liderazgo. En tal condición, él y su ejército perdieron una batalla histórica contra los filisteos, permitiéndoles recuperar el control. En dicha batalla, tanto Saúl como Jonatán perecieron.
Por qué fracasó Saúl
El libro de 1 Samuel no psicoanaliza a Saúl; simplemente anota lo sucedido. Los hechos, no obstante, apuntan a una moraleja. Saúl había comenzado con todas las oportunidades del mundo. Sólo parecía faltarle una compulsión fuerte para obedecer a Dios sin preguntas. Bajo la presión de las circunstancias, trató de “flexibilizar” las reglas. Perdió así el apoyo de Dios. Y se volvió cada vez más temeroso, apresurado y celoso.
El liderazgo malo de Saúl dejó a Israel en peores condiciones que al principio. El reino que David heredó de Saúl estaba de nuevo bajo la dominación militar filistea, y estaba dividido en norte y sur. Saúl demuestra la tragedia peculiar de un mal líder. No solo se daña a sí mismo. Inevitablemente arrastra a otros consigo.
Cuando a Usted se lo coloca en situación de liderazgo, ¿cómo responde ante los apremios? ¿Son las debilidades de Saúl las suyas?
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
Saúl tenía todo a su favor. Alto y bien parecido, llamaba la atención de la gente por su apariencia. Dios lo escogió para ser el primer rey de la historia de Israel. Poco después era ungido en secreto. El Espíritu de Dios vino sobre él – éste fue un encuentro con Dios que afectó su personalidad.
Casi inmediatamente Saúl se hizo cargo de una operación militar de rescate, salvando de la mutilación a la gente de una ciudad sitiada. Luego fue coronado rey en ceremonia pública, aunque él mismo no había hecho campaña alguna para lograr el cargo. (Es más, se ocultó durante la selección). Sabiamente, se negó a que sus oponentes fuesen castigados. En vez de ello, unificó a las doce tribus tras de sí, aun cuando él mismo provenía de una tribu pequeña y minoritaria.
Saúl escogió a los mejores jóvenes para servir en su ejército. Uno de ellos, David, no solamente era un general hábil, sino también un seguidor leal que nunca se opondría a Saúl – aún cuando tuvo una buena excusa para hacerlo. David se casó con la hija de Saúl y el hijo mayor de Saúl, Jonatán, se convirtió en el mejor amigo de David. Esto debería hacer solidificado la alianza, sellando el éxito de Saúl.
Deterioro bajo presión
Y con todo, la vida de Saúl, tomó un giro trágico. La primera señal de dificultades, según lo relata 1 Reyes, apareció poco después de haber ascendido al trono. Mientras preparaba la campaña contra los filisteos, Saúl se mostró impaciente. Samuel, que estaba encargado de dirigir la preparación espiritual adecuada para la batalla, se retrasó siete días. Los hombres de Saúl comenzaron a desertar y Saúl decidió que no podía esperar más. El mismo comenzó a efectuar los sacrificios religiosos que se suponía que Samuel, el sacerdote, tenía que presentar. En ese momento llegó Samuel. Increpó duramente a Saúl (1 Samuel 13:13-14). El apuro de Saúl, aunque parezca insignificante, demostraba una debilidad interna: su disposición a comprometer, bajo presión, las direcciones que Dios le daba.
La batalla tomó lugar poco tiempo después e Israel triunfó milagrosamente. Pero en la victoria Saúl actuó algunas veces en forma vacilante y otras en forma apresurada. No podía decidirse a atacar. Luego hizo un voto jactancioso que desorganizó al ejército israelita, permitiendo que los filisteos huyeran.
Intento de asesinato
Cierto tiempo después Saúl entró nuevamente en componendas bajo una situación de apremio, al no seguir las instrucciones precisas que Dios había dado para la campaña militar (1 Samuel 15:3). Una vez más, Samuel lo atrapó en el momento justo. Esta vez acusó a Saúl de rebelarse contra Dios. Las palabras de Samuel deben haber resonado en los oídos de Saúl el resto de su vida: “Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”. 1 Samuel 15:23.
Sin el apoyo de Dios ni de Samuel, Saúl perdió su confianza en sí mismo. Un espíritu malo comenzó a atormentarlo. En vez de establecer una alianza con David, lo persiguió, obligándole a huir al desierto para salvar su vida. Eventualmente el temor redujo a Saúl a estado de inseguridad continua, incapaz de brindar liderazgo. En tal condición, él y su ejército perdieron una batalla histórica contra los filisteos, permitiéndoles recuperar el control. En dicha batalla, tanto Saúl como Jonatán perecieron.
Por qué fracasó Saúl
El libro de 1 Samuel no psicoanaliza a Saúl; simplemente anota lo sucedido. Los hechos, no obstante, apuntan a una moraleja. Saúl había comenzado con todas las oportunidades del mundo. Sólo parecía faltarle una compulsión fuerte para obedecer a Dios sin preguntas. Bajo la presión de las circunstancias, trató de “flexibilizar” las reglas. Perdió así el apoyo de Dios. Y se volvió cada vez más temeroso, apresurado y celoso.
El liderazgo malo de Saúl dejó a Israel en peores condiciones que al principio. El reino que David heredó de Saúl estaba de nuevo bajo la dominación militar filistea, y estaba dividido en norte y sur. Saúl demuestra la tragedia peculiar de un mal líder. No solo se daña a sí mismo. Inevitablemente arrastra a otros consigo.
Cuando a Usted se lo coloca en situación de liderazgo, ¿cómo responde ante los apremios? ¿Son las debilidades de Saúl las suyas?
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
¡Te Amo Jesús!
¡Gracias Señor!
2 Corintios 9:7
miércoles, 24 de febrero de 2010
REQUISITOS DE LIDERAZGO
ISRAEL, LUCHANDO POR SOBREVIVIR, NECESITABA UN LÍDER
“Los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza”. 1 Samuel 2:9
Ninguna nación, ninguna organización, ni ninguna familia, es grande sin un gran liderazgo. Pero, ¿cómo se obtiene? Israel se vio obligada a hacerse esa pregunta durante un período crítico, un tiempo de vida o muerte. Tres hombres accedieron al poder máximo: Samuel, Saúl y David. Todos ellos fueron figuras atrayentes y poderosas que supieron ganarse admiración y respeto. Dos de ellos, David y Samuel, llegaron a ser líderes muy exitosos. El otro, Saúl, tuvo un comienzo promisorio, pero terminó en el fracaso.
La lucha por la supervivencia
Israel carecía de una administración central y un ejército regular. Organizada como una vaga confederación de 12 tribus, los israelitas sólo se pedía ayuda mutua en casos de emergencia, Ocasionalmente, líderes inspirados – los jueces - se hacían cargo de la defensa militar cuando era necesario. La nación había funcionado de esta manera durante más de 100 años, y las tribus parecían demasiado independientes como para cambiar. Pero los filisteos los estaban apremiando. Una crisis de liderazgo – una crisis que pondría a prueba la existencia misma de Israel - se avecinaba.
¿Por qué comenzar con Ana?
Extrañamente, 1 Samuel no comienza con una batalla, ni siquiera con una crisis de liderazgo, sino con un problema familiar muy privado. Dos esposas agriamente celosas tenían querellas constantes. Una la que tenía hijos, se mofaba constantemente de la otra a causa de su esterilidad. Ana, la esposa sin hijos, se volvió a Dios en su desesperación. Oró, y le prometió dedicarle un hijo. El resultado fue un niño llamado Samuel.
Ana cumplió su promesa a Dios, y Samuel creció y llegó a ser uno de los líderes más grandes que Israel llegara a conocer. Tenía una triple función: servía como profeta que podía discernir la voluntad de Dios; como sacerdote guiaba a Israel en su culto; era, además, su comandante militar. El escogió bajo la dirección de Dios, a los primeros dos reyes de Israel. La personalidad fuerte de Samuel le da coherencia a todo el libro de 1 Samuel, aunque se retira oficialmente al fin del capítulo 15.
¿Por qué comenzar 1 Samuel con Ana? Las luchas de Ana son las de Israel, en miniatura. Su frustración la obligó a mirar a Dios, y como resultado, su hijo Samuel sirvió en el tabernáculo en vez de seguir los pasos de su padre como agricultor. La historia de Ana demuestra que del dolor amargo puede brotar una gran promesa, si ese dolor lo lleva a uno a Dios. Los israelitas, que iban a experimentar muchos, muchos más problemas en su historia, necesitaban el ejemplo de Ana.
Dios escoge sus propios líderes
La historia de Ana nos recuerda también que los líderes que Dios escoge no provienen necesariamente de los habituales canales del sistema. Lo normal hubiera sido que los hijos corruptos de Elí se hubiesen hecho cargo del liderazgo nacional. Pero Dios no quería saber nada con ellos. En vez de ello, Él bendijo a una mujer que había buscado su ayuda en el momento de dificultad, y bendijo a ese hijo durante todo el tiempo que éste confió en su ayuda. Dios escogió un conductor tal como Él lo necesitaba, un líder que le escuchara. “Ha dicho Jehová… yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”. 1 Samuel 2:30
Samuel nunca olvidó esa lección. Ungió a Saúl como primer rey, y luego, cuando Saúl dejó de honrar a Dios, le retiró su autoridad. Luego, pasando por alto muchos candidatos de apariencia y antecedentes excelentes, Samuel escogió a David, un pastor joven, para reemplazar a Saúl. Bajo David, Israel llegaría a ser un reino rico y seguro. ¿Sucedió esto porque David tenía dones tan naturales de liderazgo? 1 Samuel sugiere una perspectiva diferente: David tuvo éxito porque Dios lo escogió para dicha tarea, y porque David buscó constantemente la dirección de Dios. El mejor liderazgo, al fin y al cabo, proviene de Dios.
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
Ninguna nación, ninguna organización, ni ninguna familia, es grande sin un gran liderazgo. Pero, ¿cómo se obtiene? Israel se vio obligada a hacerse esa pregunta durante un período crítico, un tiempo de vida o muerte. Tres hombres accedieron al poder máximo: Samuel, Saúl y David. Todos ellos fueron figuras atrayentes y poderosas que supieron ganarse admiración y respeto. Dos de ellos, David y Samuel, llegaron a ser líderes muy exitosos. El otro, Saúl, tuvo un comienzo promisorio, pero terminó en el fracaso.
La lucha por la supervivencia
Israel carecía de una administración central y un ejército regular. Organizada como una vaga confederación de 12 tribus, los israelitas sólo se pedía ayuda mutua en casos de emergencia, Ocasionalmente, líderes inspirados – los jueces - se hacían cargo de la defensa militar cuando era necesario. La nación había funcionado de esta manera durante más de 100 años, y las tribus parecían demasiado independientes como para cambiar. Pero los filisteos los estaban apremiando. Una crisis de liderazgo – una crisis que pondría a prueba la existencia misma de Israel - se avecinaba.
¿Por qué comenzar con Ana?
Extrañamente, 1 Samuel no comienza con una batalla, ni siquiera con una crisis de liderazgo, sino con un problema familiar muy privado. Dos esposas agriamente celosas tenían querellas constantes. Una la que tenía hijos, se mofaba constantemente de la otra a causa de su esterilidad. Ana, la esposa sin hijos, se volvió a Dios en su desesperación. Oró, y le prometió dedicarle un hijo. El resultado fue un niño llamado Samuel.
Ana cumplió su promesa a Dios, y Samuel creció y llegó a ser uno de los líderes más grandes que Israel llegara a conocer. Tenía una triple función: servía como profeta que podía discernir la voluntad de Dios; como sacerdote guiaba a Israel en su culto; era, además, su comandante militar. El escogió bajo la dirección de Dios, a los primeros dos reyes de Israel. La personalidad fuerte de Samuel le da coherencia a todo el libro de 1 Samuel, aunque se retira oficialmente al fin del capítulo 15.
¿Por qué comenzar 1 Samuel con Ana? Las luchas de Ana son las de Israel, en miniatura. Su frustración la obligó a mirar a Dios, y como resultado, su hijo Samuel sirvió en el tabernáculo en vez de seguir los pasos de su padre como agricultor. La historia de Ana demuestra que del dolor amargo puede brotar una gran promesa, si ese dolor lo lleva a uno a Dios. Los israelitas, que iban a experimentar muchos, muchos más problemas en su historia, necesitaban el ejemplo de Ana.
Dios escoge sus propios líderes
La historia de Ana nos recuerda también que los líderes que Dios escoge no provienen necesariamente de los habituales canales del sistema. Lo normal hubiera sido que los hijos corruptos de Elí se hubiesen hecho cargo del liderazgo nacional. Pero Dios no quería saber nada con ellos. En vez de ello, Él bendijo a una mujer que había buscado su ayuda en el momento de dificultad, y bendijo a ese hijo durante todo el tiempo que éste confió en su ayuda. Dios escogió un conductor tal como Él lo necesitaba, un líder que le escuchara. “Ha dicho Jehová… yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”. 1 Samuel 2:30
Samuel nunca olvidó esa lección. Ungió a Saúl como primer rey, y luego, cuando Saúl dejó de honrar a Dios, le retiró su autoridad. Luego, pasando por alto muchos candidatos de apariencia y antecedentes excelentes, Samuel escogió a David, un pastor joven, para reemplazar a Saúl. Bajo David, Israel llegaría a ser un reino rico y seguro. ¿Sucedió esto porque David tenía dones tan naturales de liderazgo? 1 Samuel sugiere una perspectiva diferente: David tuvo éxito porque Dios lo escogió para dicha tarea, y porque David buscó constantemente la dirección de Dios. El mejor liderazgo, al fin y al cabo, proviene de Dios.
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
martes, 23 de febrero de 2010
¡Tú Amor Es Valioso!
Proverbios 4:23
¡Te Adoro Jesús!
lunes, 22 de febrero de 2010
viernes, 19 de febrero de 2010
CONTIENDAS FAMILIARES
PELEANDO CONTRA EL PREFERIDO DE SU PADRE
“Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid y matémosle”. Génesis 37:19-20
La historia de José presenta la última de las luchas entre hermanos que se mencionan en el libro de Génesis. Caín y Abel, Isaac e Ismael, Jacob y Esaú, todos ellos pelearon entre sí. José predispuso a sus once hermanos en contra suya al contarles un sueño en el que ellos se inclinaban ante él. Él era el consentido de su padre y quizás presumía de ello. Así que cuando ellos tuvieron la oportunidad, se desquitaron de él. Lo vendieron como esclavo a unos mercaderes nómadas que lo llevaron a Egipto. Como esperaban no volver a verlo, inventaron la historia de que había sido muerto por animales salvajes.
Dios tenía otros planes. En Egipto, Dios le dio a José el don de interpretar varios sueños. Eso le llevó a un lugar de gran importancia en el reino. Los egipcios de esa época estaban fascinados por los sueños. Los arqueólogos han descubierto extensos libros de texto sobre la interpretación de los sueños. José pronto se encontró en la cima del gobierno del faraón.
Pero el éxito que tuvo no fue suficiente. La narración bíblica sigue adelante, ya que Dios quería que hubiera perdón en la familia. Una hambruna hizo que los hermanos de José dejasen Canaán, Llegaron a Egipto en busca de alimentos. Arrodillados ante José – tan adaptado a las costumbres egipcias que no lo reconocieron – le suplicaron que les diera permiso para comprar alimentos.
Una lucha extraña
De esta manera empezó una de las luchas más extrañas de la Biblia. José pudo haberse reconciliado con sus hermanos en ese mismo instante, recibiéndolos con brazos abiertos. O podía haberse vengado de ellos, ordenando que les dieran muerte. Pero no hizo ninguna de las dos cosas. Empezó a elaborar una serie de pruebas, exigiéndoles cosas por medio de trampas y acusándolos. Durante casi dos años mantuvo este juego. Logró que sus hermanos sintieran confusión y temor y que admitieran su culpa.
Veinte años no habían logrado que los hermanos de José se olvidaran de él. En el momento en que surgieron los problemas, brotó su sentido de culpabilidad. “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos” Génesis 42:21. El drama le provocó a José un esfuerzo emocional tremendo. Génesis registra cinco veces que él rompió en llanto, siendo tan fuerte en una ocasión que la gente que estaba en el cuarto contiguo lo oyó.
José experimentó la tensión del perdón. Quería reconciliarse con sus hermanos a quienes amaba, pero no era fácil. Y hasta que ellos no llegaran al punto de admitir y aceptar su culpa, no podía haber reconciliación. Sus pecados habían plantado raíces muy profundas de amargura y solamente una lucha emocional violenta podía arrancarlas.
Semillas de amargura
En este sentido, la historia de José es la historia de Dios y su pueblo: la lucha para arrancar de raíz el pecado que empezó en Génesis 3. Esto no sucede en forma automática o fácil. Al fin, esa luchar requirió la muerte del Hijo de Dios.
La historia de José apunta hacia Jesús – un hombre a quien Dios envió para salvar a su pueblo, que fue odiado y traicionado por ellos, al igual que José. Pero la voluntad de Dios para salvar lo vence todo. Como José dijo a sus hermanos: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios los encaminó a mi bien… para mantener en vida a mucho pueblo” Génesis 50:20.
Nacimiento de una nación
José cierra un capítulo en la historia de Israel. Los hijos de Abraham pasaron de ser una cadena de individuos a ser una nación. Dios no eligió a José sobre sus hermanos como lo había hecho con Abraham sobre Lot, con Isaac sobre Ismael y con Jacob sobre Esaú. La reconciliación de los hermanos abrió el camino para que se convirtieran en una familia de doce tribus, una sola nación.
Pero la historia de continúa. Aunque los doce se habían hecho prósperos y numerosos, aún no tenían tierra. Y de esta manera Génesis termina felizmente, pero con una nota de suspenso: ¿Cuándo regresarían los huesos de José a la tierra que Dios había prometido? ¿Cuándo se cumplirían las promesas de Dios?
¿En alguna ocasión ha tenido usted una gran pelea con una persona cercana a usted, experimentando luego la reconciliación? ¿Cuál fue el proceso por el que pasó?
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica
¡Les Bendigo!
La historia de José presenta la última de las luchas entre hermanos que se mencionan en el libro de Génesis. Caín y Abel, Isaac e Ismael, Jacob y Esaú, todos ellos pelearon entre sí. José predispuso a sus once hermanos en contra suya al contarles un sueño en el que ellos se inclinaban ante él. Él era el consentido de su padre y quizás presumía de ello. Así que cuando ellos tuvieron la oportunidad, se desquitaron de él. Lo vendieron como esclavo a unos mercaderes nómadas que lo llevaron a Egipto. Como esperaban no volver a verlo, inventaron la historia de que había sido muerto por animales salvajes.
Dios tenía otros planes. En Egipto, Dios le dio a José el don de interpretar varios sueños. Eso le llevó a un lugar de gran importancia en el reino. Los egipcios de esa época estaban fascinados por los sueños. Los arqueólogos han descubierto extensos libros de texto sobre la interpretación de los sueños. José pronto se encontró en la cima del gobierno del faraón.
Pero el éxito que tuvo no fue suficiente. La narración bíblica sigue adelante, ya que Dios quería que hubiera perdón en la familia. Una hambruna hizo que los hermanos de José dejasen Canaán, Llegaron a Egipto en busca de alimentos. Arrodillados ante José – tan adaptado a las costumbres egipcias que no lo reconocieron – le suplicaron que les diera permiso para comprar alimentos.
Una lucha extraña
De esta manera empezó una de las luchas más extrañas de la Biblia. José pudo haberse reconciliado con sus hermanos en ese mismo instante, recibiéndolos con brazos abiertos. O podía haberse vengado de ellos, ordenando que les dieran muerte. Pero no hizo ninguna de las dos cosas. Empezó a elaborar una serie de pruebas, exigiéndoles cosas por medio de trampas y acusándolos. Durante casi dos años mantuvo este juego. Logró que sus hermanos sintieran confusión y temor y que admitieran su culpa.
Veinte años no habían logrado que los hermanos de José se olvidaran de él. En el momento en que surgieron los problemas, brotó su sentido de culpabilidad. “Y decían el uno al otro: Verdaderamente hemos pecado contra nuestro hermano, pues vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no le escuchamos” Génesis 42:21. El drama le provocó a José un esfuerzo emocional tremendo. Génesis registra cinco veces que él rompió en llanto, siendo tan fuerte en una ocasión que la gente que estaba en el cuarto contiguo lo oyó.
José experimentó la tensión del perdón. Quería reconciliarse con sus hermanos a quienes amaba, pero no era fácil. Y hasta que ellos no llegaran al punto de admitir y aceptar su culpa, no podía haber reconciliación. Sus pecados habían plantado raíces muy profundas de amargura y solamente una lucha emocional violenta podía arrancarlas.
Semillas de amargura
En este sentido, la historia de José es la historia de Dios y su pueblo: la lucha para arrancar de raíz el pecado que empezó en Génesis 3. Esto no sucede en forma automática o fácil. Al fin, esa luchar requirió la muerte del Hijo de Dios.
La historia de José apunta hacia Jesús – un hombre a quien Dios envió para salvar a su pueblo, que fue odiado y traicionado por ellos, al igual que José. Pero la voluntad de Dios para salvar lo vence todo. Como José dijo a sus hermanos: “Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios los encaminó a mi bien… para mantener en vida a mucho pueblo” Génesis 50:20.
Nacimiento de una nación
José cierra un capítulo en la historia de Israel. Los hijos de Abraham pasaron de ser una cadena de individuos a ser una nación. Dios no eligió a José sobre sus hermanos como lo había hecho con Abraham sobre Lot, con Isaac sobre Ismael y con Jacob sobre Esaú. La reconciliación de los hermanos abrió el camino para que se convirtieran en una familia de doce tribus, una sola nación.
Pero la historia de continúa. Aunque los doce se habían hecho prósperos y numerosos, aún no tenían tierra. Y de esta manera Génesis termina felizmente, pero con una nota de suspenso: ¿Cuándo regresarían los huesos de José a la tierra que Dios había prometido? ¿Cuándo se cumplirían las promesas de Dios?
¿En alguna ocasión ha tenido usted una gran pelea con una persona cercana a usted, experimentando luego la reconciliación? ¿Cuál fue el proceso por el que pasó?
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica
¡Les Bendigo!
jueves, 18 de febrero de 2010
PROMESAS, PROMESAS
DIOS LE PROMETIÓ A ABRAHAM QUE LE DARÍA
TODO LO QUE QUISIERA… Y MÁS
TODO LO QUE QUISIERA… Y MÁS
“En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”. Génesis 22:18
Los seres humanos no han cambiado mucho en los últimos 4.000 años. El deseo de tener hijos y el deseo de poseer tierra todavía se manifiestan con poder emocional sorprendente.
Cuando Dios quiso atraer la atención de Abraham, le prometió tierra y más hijos de los que podría contar. Para un emigrado babilónico de 75 años de edad y sin hijos, cuyas únicas posesiones eran sus rebaños y sus tiendas, las promesas de Dios eran maravillosas. Pero también parecían imposibles. Sin embargo, como era Dios mismo quien le hacía estas promesas, “Abraham creyó a Jehová y le fue contado por justicia”. Génesis 15:5.
Para Dios, que es creador de cielos y tierra, cumplir las promesas era cosa fácil. Pero Dios no le facilitó las cosas a Abraham. No fue hasta veinticinco años después, cuando Abraham ya tenía 100 años que la promesa de un hijo se cumplió. Y entonces, en forma increíble, Dios le pidió a Abraham que ofrendara en sacrificio a su hijo pequeño. Realmente, esto era pedir demasiado.
Asombrosamente, Abraham obedeció las órdenes de Dios. Y Dios le devolvió a su hijo.
Lejos de su cumplimiento
Cuando Abraham murió, las promesas de Dios aún estaban muy lejos de cumplirse plenamente. Abraham sólo tenía un hijo en quien apoyarse. Su única propiedad era un lote para sepultura. Todavía vivía en una tienda y lo único sólido que había construido eran los altares en los que adoraba al Dios que le había hecho todas esas promesas.
Dios, que le había prometido a Abraham todas las cosas que un hombre de esa época podía desear, al parecer deseaba que Abraham aspirara a cosas todavía mayores. Entre las promesas de un heredero y de tierras, había insertado otras palabras importantes. “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Génesis 12:3. Dios quería bendecir no sólo a Abraham sino a todo el mundo. Miles de años más tarde, en el tiempo de Jesús, todo el significado de estas palabras quedó bien en claro (Gálatas 3:6-9; 16-18).
¿Qué clase de promesas nos hace Dios actualmente? ¿Qué anhelos cumple Él?
Tomado de La Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica
¡Les Bendigo!
Los seres humanos no han cambiado mucho en los últimos 4.000 años. El deseo de tener hijos y el deseo de poseer tierra todavía se manifiestan con poder emocional sorprendente.
Cuando Dios quiso atraer la atención de Abraham, le prometió tierra y más hijos de los que podría contar. Para un emigrado babilónico de 75 años de edad y sin hijos, cuyas únicas posesiones eran sus rebaños y sus tiendas, las promesas de Dios eran maravillosas. Pero también parecían imposibles. Sin embargo, como era Dios mismo quien le hacía estas promesas, “Abraham creyó a Jehová y le fue contado por justicia”. Génesis 15:5.
Para Dios, que es creador de cielos y tierra, cumplir las promesas era cosa fácil. Pero Dios no le facilitó las cosas a Abraham. No fue hasta veinticinco años después, cuando Abraham ya tenía 100 años que la promesa de un hijo se cumplió. Y entonces, en forma increíble, Dios le pidió a Abraham que ofrendara en sacrificio a su hijo pequeño. Realmente, esto era pedir demasiado.
Asombrosamente, Abraham obedeció las órdenes de Dios. Y Dios le devolvió a su hijo.
Lejos de su cumplimiento
Cuando Abraham murió, las promesas de Dios aún estaban muy lejos de cumplirse plenamente. Abraham sólo tenía un hijo en quien apoyarse. Su única propiedad era un lote para sepultura. Todavía vivía en una tienda y lo único sólido que había construido eran los altares en los que adoraba al Dios que le había hecho todas esas promesas.
Dios, que le había prometido a Abraham todas las cosas que un hombre de esa época podía desear, al parecer deseaba que Abraham aspirara a cosas todavía mayores. Entre las promesas de un heredero y de tierras, había insertado otras palabras importantes. “Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Génesis 12:3. Dios quería bendecir no sólo a Abraham sino a todo el mundo. Miles de años más tarde, en el tiempo de Jesús, todo el significado de estas palabras quedó bien en claro (Gálatas 3:6-9; 16-18).
¿Qué clase de promesas nos hace Dios actualmente? ¿Qué anhelos cumple Él?
Tomado de La Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica
¡Les Bendigo!
¡El Amor nunca deja de ser!
¡Sólo Dios!
Apocalipsis 3:20
miércoles, 17 de febrero de 2010
martes, 16 de febrero de 2010
ABRAHAM
DIOS EMPIEZA A RECOSTRUIR
“Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré… Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”. Génesis 12:2-3.
Todo el relato de Génesis cambia drásticamente en el capítulo 12. Dejando a un lado el cuadro general en el que intervienen mucha gente, se centra en un solo individuo. No es un gran rey ni un hacendado con mucha tierra y grandes riquezas. Se trata de un nómada que ni siquiera tiene hijos. Su nombre es Abram.
Al llamado de Dios, Abram abandona la civilización y se interna en el desierto donde pasa su vida vagando, yendo de un lugar a otro con sus rebaños, librando escaramuzas o batallas campales con la gente hostil que encuentra a su paso. Abram tuvo que ser muy fuerte para sobrevivir. Pero en esto él no era muy especial; había muchos nómadas vigorosos que vagaban por el Medio Oriente. ¿Qué fue lo que hizo que este nómada llegara a ser tan importante?
El nuevo modo de actuar de Dios
En primer lugar, Abraham llegó a ser tan importante simplemente porque Dios lo escogió. Poco después de la destrucción causada por el gran diluvio, Dios escogió a Abraham como cimiento de una nueva humanidad. En varias ocasiones notables Dios le habló directamente, prometiéndole que su familia sería muy grande e importante en la tierra en que encontraba. Estas promesas eran muy difíciles de creer: la esposa de Abraham era estéril, Abraham se estaba poniendo demasiado viejo como para tener hijos, no poseía ningún pedazo de tierra ni había perspectivas de que lo poseyera. Sin embargo, Dios le pidió a Abraham que confiara en Él.
La segunda razón por la que Abraham llegó a ser tan importante se desprende de la primera: Cuando Dios le hablaba, Abraham escuchaba. Abraham no era perfecto; estaba muy lejos de serlo. En ocasiones se alejó del camino en el que Dios los había puesto, mintiendo o tratando de hacer que las promesas que Dios le había hecho se cumplieran a su propio modo. A pesar de todo, en los momentos decisivos de su vida, él supo escuchar a Dios y le obedeció. Estaba dispuesto a sacrificarlo todo por Dios, inclusive a su único hijo. Dios le puso su marca a Abraham, la marca de la circuncisión. A partir de entonces, los descendientes de Abraham iban a ser conocidos como “el pueblo de Dios”.
Verdad sin censura
La vida de Abraham es una historia fascinante, con todas las características de la vida real, llena de momentos malos y buenos. No puede decirse que fue un teólogo; una comprensión más total de Dios tendría que esperar hasta la llegada de Moisés. Sin embargo, la fe de Abraham es la raíz del judaísmo y también del cristianismo. En sus encuentros con Dios, encontramos una verdad cruda, sin censura; no una religión inventada por un filósofo sino una religión tal como la que surge cuando Dios se encuentra con el hombre.
No sorprende entonces, que el Nuevo Testamento cite a Abraham más de 80 veces y que Pablo diga a los creyentes que son verdaderos descendientes de Abraham (Gálatas 3:6-9). La vida de Abraham comenzó a desplegar la historia de los planes amplios de Dios. Dos mil años después, Jesús, el descendiente de Abraham, vino a cumplir las promesas hechas a Abraham y a sus descendientes.
Dios le pidió a Abraham que dejase su casa y su familia para ir a un país lejano y extraño. Si usted hubiese estado en su lugar, ¿qué hubiera respondido? ¿Le ha pedido Dios algo difícil o peligroso?
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
Todo el relato de Génesis cambia drásticamente en el capítulo 12. Dejando a un lado el cuadro general en el que intervienen mucha gente, se centra en un solo individuo. No es un gran rey ni un hacendado con mucha tierra y grandes riquezas. Se trata de un nómada que ni siquiera tiene hijos. Su nombre es Abram.
Al llamado de Dios, Abram abandona la civilización y se interna en el desierto donde pasa su vida vagando, yendo de un lugar a otro con sus rebaños, librando escaramuzas o batallas campales con la gente hostil que encuentra a su paso. Abram tuvo que ser muy fuerte para sobrevivir. Pero en esto él no era muy especial; había muchos nómadas vigorosos que vagaban por el Medio Oriente. ¿Qué fue lo que hizo que este nómada llegara a ser tan importante?
El nuevo modo de actuar de Dios
En primer lugar, Abraham llegó a ser tan importante simplemente porque Dios lo escogió. Poco después de la destrucción causada por el gran diluvio, Dios escogió a Abraham como cimiento de una nueva humanidad. En varias ocasiones notables Dios le habló directamente, prometiéndole que su familia sería muy grande e importante en la tierra en que encontraba. Estas promesas eran muy difíciles de creer: la esposa de Abraham era estéril, Abraham se estaba poniendo demasiado viejo como para tener hijos, no poseía ningún pedazo de tierra ni había perspectivas de que lo poseyera. Sin embargo, Dios le pidió a Abraham que confiara en Él.
La segunda razón por la que Abraham llegó a ser tan importante se desprende de la primera: Cuando Dios le hablaba, Abraham escuchaba. Abraham no era perfecto; estaba muy lejos de serlo. En ocasiones se alejó del camino en el que Dios los había puesto, mintiendo o tratando de hacer que las promesas que Dios le había hecho se cumplieran a su propio modo. A pesar de todo, en los momentos decisivos de su vida, él supo escuchar a Dios y le obedeció. Estaba dispuesto a sacrificarlo todo por Dios, inclusive a su único hijo. Dios le puso su marca a Abraham, la marca de la circuncisión. A partir de entonces, los descendientes de Abraham iban a ser conocidos como “el pueblo de Dios”.
Verdad sin censura
La vida de Abraham es una historia fascinante, con todas las características de la vida real, llena de momentos malos y buenos. No puede decirse que fue un teólogo; una comprensión más total de Dios tendría que esperar hasta la llegada de Moisés. Sin embargo, la fe de Abraham es la raíz del judaísmo y también del cristianismo. En sus encuentros con Dios, encontramos una verdad cruda, sin censura; no una religión inventada por un filósofo sino una religión tal como la que surge cuando Dios se encuentra con el hombre.
No sorprende entonces, que el Nuevo Testamento cite a Abraham más de 80 veces y que Pablo diga a los creyentes que son verdaderos descendientes de Abraham (Gálatas 3:6-9). La vida de Abraham comenzó a desplegar la historia de los planes amplios de Dios. Dos mil años después, Jesús, el descendiente de Abraham, vino a cumplir las promesas hechas a Abraham y a sus descendientes.
Dios le pidió a Abraham que dejase su casa y su familia para ir a un país lejano y extraño. Si usted hubiese estado en su lugar, ¿qué hubiera respondido? ¿Le ha pedido Dios algo difícil o peligroso?
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
lunes, 15 de febrero de 2010
REQUISITOS DE LIDERAZGO
ISRAEL, LUCHANDO POR SOBREVIVIR, NECESITABA UN LÍDER
“Los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza”. 1 Samuel 2:9
Ninguna nación, ninguna organización, ni ninguna familia, es grande sin un gran liderazgo. Pero, ¿cómo se obtiene? Israel se vio obligada a hacerse esa pregunta durante un período crítico, un tiempo de vida o muerte. Tres hombres accedieron al poder máximo: Samuel, Saúl y David. Todos ellos fueron figuras atrayentes y poderosas que supieron ganarse admiración y respeto. Dos de ellos, David y Samuel, llegaron a ser líderes muy exitosos. El otro, Saúl, tuvo un comienzo promisorio, pero terminó en el fracaso.
La lucha por la supervivencia
Israel carecía de una administración central y un ejército regular. Organizada como una vaga confederación de 12 tribus, los israelitas sólo se pedían ayuda mutua en casos de emergencia. Ocasionalmente, líderes inspirados – los jueces - se hacían cargo de la defensa militar cuando era necesario. La nación había funcionado de esta manera durante más de 100 años, y las tribus parecían demasiado independientes como para cambiar. Pero los filisteos los estaban apremiando. Una crisis de liderazgo – una crisis que pondría a prueba la existencia misma de Israel - se avecinaba.
¿Por qué comenzar con Ana?
Extrañamente, 1 Samuel no comienza con una batalla, ni siquiera con una crisis de liderazgo, sino con un problema familiar muy privado. Dos esposas agriamente celosas tenían querellas constantes. Una la que tenía hijos, se mofaba constantemente de la otra a causa de su esterilidad. Ana, la esposa sin hijos, se volvió a Dios en su desesperación. Oró, y le prometió dedicarle un hijo. El resultado fue un niño llamado Samuel.
Ana cumplió su promesa a Dios, y Samuel creció y llegó a ser uno de los líderes más grandes que Israel llegara a conocer. Tenía una triple función: servía como profeta que podía discernir la voluntad de Dios; como sacerdote guiaba a Israel en su culto; era, además, su comandante militar. El escogió bajo la dirección de Dios, a los primeros dos reyes de Israel. La personalidad fuerte de Samuel le da coherencia a todo el libro de 1 Samuel, aunque se retira oficialmente al fin del capítulo 15.
¿Por qué comenzar 1 Samuel con Ana? Las luchas de Ana son las de Israel, en miniatura. Su frustración la obligó a mirar a Dios, y como resultado, su hijo Samuel sirvió en el tabernáculo en vez de seguir los pasos de su padre como agricultor. La historia de Ana demuestra que del dolor amargo puede brotar una gran promesa, si ese dolor lo lleva a uno a Dios. Los israelitas, que iban a experimentar muchos, muchos más problemas en su historia, necesitaban el ejemplo de Ana.
Dios escoge sus propios líderes
La historia de Ana nos recuerda también que los líderes que Dios escoge no provienen necesariamente de los habituales canales del sistema. Lo normal hubiera sido que los hijos corruptos de Elí se hubiesen hecho cargo del liderazgo nacional. Pero Dios no quería saber nada con ellos. En vez de ello, Él bendijo a una mujer que había buscado su ayuda en el momento de dificultad, y bendijo a ese hijo durante todo el tiempo que éste confió en su ayuda. Dios escogió un conductor tal como Él lo necesitaba, un líder que le escuchara. “Ha dicho Jehová… yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”. 1 Samuel 2:30
Samuel nunca olvidó esa lección. Ungió a Saúl como primer rey, y luego, cuando Saúl dejó de honrar a Dios, le retiró su autoridad. Luego, pasando por alto muchos candidatos de apariencia y antecedentes excelentes, Samuel escogió a David, un pastor joven, para reemplazar a Saúl. Bajo David, Israel llegaría a ser un reino rico y seguro. ¿Sucedió esto porque David tenía dones tan naturales de liderazgo? 1 Samuel sugiere una perspectiva diferente: David tuvo éxito porque Dios lo escogió para dicha tarea, y porque David buscó constantemente la dirección de Dios. El mejor liderazgo, al fin y al cabo, proviene de Dios.
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
Ninguna nación, ninguna organización, ni ninguna familia, es grande sin un gran liderazgo. Pero, ¿cómo se obtiene? Israel se vio obligada a hacerse esa pregunta durante un período crítico, un tiempo de vida o muerte. Tres hombres accedieron al poder máximo: Samuel, Saúl y David. Todos ellos fueron figuras atrayentes y poderosas que supieron ganarse admiración y respeto. Dos de ellos, David y Samuel, llegaron a ser líderes muy exitosos. El otro, Saúl, tuvo un comienzo promisorio, pero terminó en el fracaso.
La lucha por la supervivencia
Israel carecía de una administración central y un ejército regular. Organizada como una vaga confederación de 12 tribus, los israelitas sólo se pedían ayuda mutua en casos de emergencia. Ocasionalmente, líderes inspirados – los jueces - se hacían cargo de la defensa militar cuando era necesario. La nación había funcionado de esta manera durante más de 100 años, y las tribus parecían demasiado independientes como para cambiar. Pero los filisteos los estaban apremiando. Una crisis de liderazgo – una crisis que pondría a prueba la existencia misma de Israel - se avecinaba.
¿Por qué comenzar con Ana?
Extrañamente, 1 Samuel no comienza con una batalla, ni siquiera con una crisis de liderazgo, sino con un problema familiar muy privado. Dos esposas agriamente celosas tenían querellas constantes. Una la que tenía hijos, se mofaba constantemente de la otra a causa de su esterilidad. Ana, la esposa sin hijos, se volvió a Dios en su desesperación. Oró, y le prometió dedicarle un hijo. El resultado fue un niño llamado Samuel.
Ana cumplió su promesa a Dios, y Samuel creció y llegó a ser uno de los líderes más grandes que Israel llegara a conocer. Tenía una triple función: servía como profeta que podía discernir la voluntad de Dios; como sacerdote guiaba a Israel en su culto; era, además, su comandante militar. El escogió bajo la dirección de Dios, a los primeros dos reyes de Israel. La personalidad fuerte de Samuel le da coherencia a todo el libro de 1 Samuel, aunque se retira oficialmente al fin del capítulo 15.
¿Por qué comenzar 1 Samuel con Ana? Las luchas de Ana son las de Israel, en miniatura. Su frustración la obligó a mirar a Dios, y como resultado, su hijo Samuel sirvió en el tabernáculo en vez de seguir los pasos de su padre como agricultor. La historia de Ana demuestra que del dolor amargo puede brotar una gran promesa, si ese dolor lo lleva a uno a Dios. Los israelitas, que iban a experimentar muchos, muchos más problemas en su historia, necesitaban el ejemplo de Ana.
Dios escoge sus propios líderes
La historia de Ana nos recuerda también que los líderes que Dios escoge no provienen necesariamente de los habituales canales del sistema. Lo normal hubiera sido que los hijos corruptos de Elí se hubiesen hecho cargo del liderazgo nacional. Pero Dios no quería saber nada con ellos. En vez de ello, Él bendijo a una mujer que había buscado su ayuda en el momento de dificultad, y bendijo a ese hijo durante todo el tiempo que éste confió en su ayuda. Dios escogió un conductor tal como Él lo necesitaba, un líder que le escuchara. “Ha dicho Jehová… yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”. 1 Samuel 2:30
Samuel nunca olvidó esa lección. Ungió a Saúl como primer rey, y luego, cuando Saúl dejó de honrar a Dios, le retiró su autoridad. Luego, pasando por alto muchos candidatos de apariencia y antecedentes excelentes, Samuel escogió a David, un pastor joven, para reemplazar a Saúl. Bajo David, Israel llegaría a ser un reino rico y seguro. ¿Sucedió esto porque David tenía dones tan naturales de liderazgo? 1 Samuel sugiere una perspectiva diferente: David tuvo éxito porque Dios lo escogió para dicha tarea, y porque David buscó constantemente la dirección de Dios. El mejor liderazgo, al fin y al cabo, proviene de Dios.
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
¡Expresiones de Tú Amor!
¡Dale paso al Amor de Cristo!
Proverbios 15:30
domingo, 14 de febrero de 2010
Proverbios 4:23
¡Amo a Jesús!
¡En Tí Jesús, confía mi corazón!
sábado, 13 de febrero de 2010
¿DE DÓNDE VENIMOS?
EL MENSAJE PRINCIPAL DE GÉNESIS
ACERCA DEL MUNDO ES ESTE: DIOS LO HIZO
ACERCA DEL MUNDO ES ESTE: DIOS LO HIZO
“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fuel el hombre un ser viviente”. Génesis 2:7
¿Qué es el ser humano? ¿Quiénes somos nosotros? Desde que el hombre existe se viene haciendo estas preguntas y las respuestas dadas por las diversas religiones del mundo son bastantes diferentes.
¿Es el hombre nada más que un animal?
Algunas personas creen que no somos más que animales – animales altamente desarrollados. No tenemos espíritu o almas que sobrevivan a la muerte. Este punto de vista no es común entre la mayor parte de la gente, sino que se ha originado en la ciencia moderna, Esta teoría, habitualmente llamada evolución, niega que haya un Dios que haya creado todas las cosas. La misma enseña que todo evolucionó a lo largo de los años, millones, miles de millones de años. Primero surgieron y se desarrollaron las formas de vida más simples; estas fueron madurando hasta llegar a ser formas de vida más complejas; finalmente ese desarrollo culminó en el hombre, que es el animal más avanzado de la tierra.
Sin embargo, la mayor parte de la gente considera que el hombre es algo más que un animal. Creen firmemente que el hombre es primordialmente espíritu y que ese espíritu vive después de que su cuerpo muera. El hinduismo enseña que el espíritu del hombre es, en realidad, parte de la gran fuerza o dios universal. La vida va pasando a través de un ciclo casi interminable de nacimientos y muertes. El Karma, que es una ley que el hombre no puede evadir, aunque lo intente, establece que lo que somos en esta vida fue determinado por las buenas o malas acciones de nuestra vida anterior.
Creados a semejanza de Dios
Distinguiéndose de lo que acabamos de mencionar, La Biblia nos enseña que el hombre es totalmente único y excepcional entre todas las criaturas de Dios. Somos los únicos seres creados a imagen y semejanza de Dios. Hemos recibido la capacidad de ser amigos de Dios, de hablar con él y de comunicarnos con él tal como lo hace una persona con otra. Después de crear todas las cosas maravillosas que existen en el mundo, Dios culminó su obra con su mayor acto creador, la creación del hombre y de la mujer. Y Dios puso a ambos a cargo de todo lo creado.
Hay gente que dice que puede ver a Dios manifestado en las estrellas, los bosques, las puestas de sol. ¿Y qué del ser humano? ¿De qué manera puede usted ver la mano del Artista Divino en Él?
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
¿Qué es el ser humano? ¿Quiénes somos nosotros? Desde que el hombre existe se viene haciendo estas preguntas y las respuestas dadas por las diversas religiones del mundo son bastantes diferentes.
¿Es el hombre nada más que un animal?
Algunas personas creen que no somos más que animales – animales altamente desarrollados. No tenemos espíritu o almas que sobrevivan a la muerte. Este punto de vista no es común entre la mayor parte de la gente, sino que se ha originado en la ciencia moderna, Esta teoría, habitualmente llamada evolución, niega que haya un Dios que haya creado todas las cosas. La misma enseña que todo evolucionó a lo largo de los años, millones, miles de millones de años. Primero surgieron y se desarrollaron las formas de vida más simples; estas fueron madurando hasta llegar a ser formas de vida más complejas; finalmente ese desarrollo culminó en el hombre, que es el animal más avanzado de la tierra.
Sin embargo, la mayor parte de la gente considera que el hombre es algo más que un animal. Creen firmemente que el hombre es primordialmente espíritu y que ese espíritu vive después de que su cuerpo muera. El hinduismo enseña que el espíritu del hombre es, en realidad, parte de la gran fuerza o dios universal. La vida va pasando a través de un ciclo casi interminable de nacimientos y muertes. El Karma, que es una ley que el hombre no puede evadir, aunque lo intente, establece que lo que somos en esta vida fue determinado por las buenas o malas acciones de nuestra vida anterior.
Creados a semejanza de Dios
Distinguiéndose de lo que acabamos de mencionar, La Biblia nos enseña que el hombre es totalmente único y excepcional entre todas las criaturas de Dios. Somos los únicos seres creados a imagen y semejanza de Dios. Hemos recibido la capacidad de ser amigos de Dios, de hablar con él y de comunicarnos con él tal como lo hace una persona con otra. Después de crear todas las cosas maravillosas que existen en el mundo, Dios culminó su obra con su mayor acto creador, la creación del hombre y de la mujer. Y Dios puso a ambos a cargo de todo lo creado.
Hay gente que dice que puede ver a Dios manifestado en las estrellas, los bosques, las puestas de sol. ¿Y qué del ser humano? ¿De qué manera puede usted ver la mano del Artista Divino en Él?
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
Tú Amor..
Andad en Amor..
viernes, 12 de febrero de 2010
EL SIGNIFICADO DE UNA CALAMIDAD NATURAL
¿QUÉ HAY DETRÁS DE UNA PLAGA DEVASTADORA DE LANGOSTAS?
“Delante de Él temblará la tierra, se estremecerán los cielos; el sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas retraerán su esplendor”. Joel 2:10
“Su número era pasmoso; toda la ladera de la montaña estaba ennegrecida por ellas. Caían del cielo como un diluvio viviente. Cavamos trincheras, encendimos fogatas, y golpeamos y quemamos pilas y pilas de ellos; pero el esfuerzo fue irremisiblemente vano. Subían ola tras ola, por la ladera de la montaña y se derramaban sobre rocas, vallados, zanjas y cercas. Las que venían detrás cubrían y pasaban por sobre los montículos de las que habíamos matado. Era perfectamente aterrador contemplar cómo este río viviente fluía cuesta arriba por el camino, y trepaba por la colina que está detrás de mi casa. Durante cuatro días continuaron pasando rumbo al este…”.
Esta es una descripción real de una invasión de langostas. Las descripciones del resultado son igualmente aterradoras. Una vez retiradas las langostas, parecía como si el terreno hubiese sido arrasado por un fuego abrasador.
¿Por qué he sobrevivido?
Muchos observadores asombrados han escrito relatos de enjambres de langostas, pero ninguno lo ha hecho más gráficamente que Joel. Con imágenes pulidas e impresionantes él describió la asolación. Su pueblo se enfrentaba con la hambruna y Joel pintó un cuadro verbal de pesadumbre y temor.
Los desastres naturales dan pie a muchas preguntas. ¿Por qué permitió Dios que ese desastre sucediera? ¿Por qué he sobrevivido yo mientras que otros han muerto? ¿Hay en esto alguna lección? En el caso de Joel, la plaga de langostas sirvió para llevarlo a una profunda percepción del plan universal de Dios.
Joel no tenía duda alguna de que Dios estaba detrás de la plaga. Es más, el describió a Dios dirigiendo a las langostas como un general que envía un ejército a la batalla (Joel 2:11). Las langostas representaban “el día de Jehová”, un juicio sobre Judá. A diferencia de muchos de los otros profetas, Joel no dedicó tiempo al análisis de los males de Judá. Su atención cayó en el remedio.
Joel exhortó a los sacerdotes a llamar a la nación a un día de oración y ayuno a fines de que el pueblo regresase a Dios. Entonces Dios repararía los daños causados por la langosta y haría aun más que eso: “Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas por vosotros”. (Joel 2:26). Saldrían de esta experiencia con una confianza nueva y perdurable en el amor de Dios. Así ha sucedido muchas veces en la vida del pueblo de Dios: un desastre los ha apremiado a llegar a una relación más profunda con él.
Los planes más amplios de Dios
Aunque esta plaga de langostas fue en realidad la peor de que tuviera noción Joel (1:2-3), no queda ningún registro de esa invasión aparte del que nos dejó el. La verdad es que aún los peores desastres naturales se borran de la memoria. Joel deseaba que este desastre lograra que la gente enfocase su atención en algo más permanente – un Dios Eterno.
Joel quería que el pueblo de Dios creyese que Dios controlaba la langosta y, más importante aún, que Dios guiaba todo el curso de la historia según su plan. La destrucción por parte de la langosta había sido terrible y la reparación de Dios de los daños había sido maravillosa. Joel vio que el Espíritu de Dios transformaría a su pueblo, convirtiéndolo en gente que lo amaría constantemente, y no solamente cuando un desastre demandase su atención. Después de un tiempo de juicio terrible, Dios crearía una ciudad renovada y segura para su pueblo, una ciudad en la que Él mismo moraría.
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
“Su número era pasmoso; toda la ladera de la montaña estaba ennegrecida por ellas. Caían del cielo como un diluvio viviente. Cavamos trincheras, encendimos fogatas, y golpeamos y quemamos pilas y pilas de ellos; pero el esfuerzo fue irremisiblemente vano. Subían ola tras ola, por la ladera de la montaña y se derramaban sobre rocas, vallados, zanjas y cercas. Las que venían detrás cubrían y pasaban por sobre los montículos de las que habíamos matado. Era perfectamente aterrador contemplar cómo este río viviente fluía cuesta arriba por el camino, y trepaba por la colina que está detrás de mi casa. Durante cuatro días continuaron pasando rumbo al este…”.
Esta es una descripción real de una invasión de langostas. Las descripciones del resultado son igualmente aterradoras. Una vez retiradas las langostas, parecía como si el terreno hubiese sido arrasado por un fuego abrasador.
¿Por qué he sobrevivido?
Muchos observadores asombrados han escrito relatos de enjambres de langostas, pero ninguno lo ha hecho más gráficamente que Joel. Con imágenes pulidas e impresionantes él describió la asolación. Su pueblo se enfrentaba con la hambruna y Joel pintó un cuadro verbal de pesadumbre y temor.
Los desastres naturales dan pie a muchas preguntas. ¿Por qué permitió Dios que ese desastre sucediera? ¿Por qué he sobrevivido yo mientras que otros han muerto? ¿Hay en esto alguna lección? En el caso de Joel, la plaga de langostas sirvió para llevarlo a una profunda percepción del plan universal de Dios.
Joel no tenía duda alguna de que Dios estaba detrás de la plaga. Es más, el describió a Dios dirigiendo a las langostas como un general que envía un ejército a la batalla (Joel 2:11). Las langostas representaban “el día de Jehová”, un juicio sobre Judá. A diferencia de muchos de los otros profetas, Joel no dedicó tiempo al análisis de los males de Judá. Su atención cayó en el remedio.
Joel exhortó a los sacerdotes a llamar a la nación a un día de oración y ayuno a fines de que el pueblo regresase a Dios. Entonces Dios repararía los daños causados por la langosta y haría aun más que eso: “Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas por vosotros”. (Joel 2:26). Saldrían de esta experiencia con una confianza nueva y perdurable en el amor de Dios. Así ha sucedido muchas veces en la vida del pueblo de Dios: un desastre los ha apremiado a llegar a una relación más profunda con él.
Los planes más amplios de Dios
Aunque esta plaga de langostas fue en realidad la peor de que tuviera noción Joel (1:2-3), no queda ningún registro de esa invasión aparte del que nos dejó el. La verdad es que aún los peores desastres naturales se borran de la memoria. Joel deseaba que este desastre lograra que la gente enfocase su atención en algo más permanente – un Dios Eterno.
Joel quería que el pueblo de Dios creyese que Dios controlaba la langosta y, más importante aún, que Dios guiaba todo el curso de la historia según su plan. La destrucción por parte de la langosta había sido terrible y la reparación de Dios de los daños había sido maravillosa. Joel vio que el Espíritu de Dios transformaría a su pueblo, convirtiéndolo en gente que lo amaría constantemente, y no solamente cuando un desastre demandase su atención. Después de un tiempo de juicio terrible, Dios crearía una ciudad renovada y segura para su pueblo, una ciudad en la que Él mismo moraría.
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
¡La Biblia, Testamento de Amor!
¡Amaos como Él nos Amó!
¡Tú Amor es agua a mi interior!
jueves, 11 de febrero de 2010
CUANDO LA VIDA PARECE NO TENER SENTIDO
ECLESIASTÉS: UN LIBRO PARA NUESTRA ÉPOCA
“Vanidad de vanidades, dijo el predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad”. Eclesiastés 1:2
“En este mundo hay sólo dos tragedias” decía Oscar Wilde. “Una es no obtener lo que uno quiere, y la otra es obtenerlo”. Este proverbio paradójico ha demostrado ser cierto en muchas ocasiones.
El hombre más rico del mundo
Muchos pobres piensan que con sólo tener más dinero serían felices. Howard Hughes llegó a ser el hombre más rico del mundo cuando apenas tenía 45 años. Veinte año más tarde, a los sesenta y cinco años, todavía tenía todo su dinero, pero era probablemente la persona más infeliz del mundo. Se había aislad de la sociedad humana, viviendo en cuartos de hotel pequeños y oscuros, evitando todo contacto con el sol. Vivía sucio: su barba creció hasta llegarle a la cintura y su cabello le caía por la espalda. Sus uñas tenían cinco centímetros de largo. Su macizo cuerpo se había reducido a piel y huesos.
Un rey rico
Hubo una vez otro hombre rico, muy rico, que descubrió que las riquezas no satisfacen. Su nombre era Salomón. El escribió un libro acerca de ello, llamado Eclesiastés. Este rey rico había probado prácticamente todo lo que la vida tenía que ofrecer. ¿Riquezas? Nadie podía superarlo en lujo (Eclesiastés 2:4-9). ¿Sabiduría? Todo el mundo sabía cuan sabio era (Eclesiastés 1:13-18). ¿Fama? Era rey, el hombre más famoso de su tiempo (Eclesiastés 1:12) El probó sistemáticamente todos los placeres y ejerció todos los poderes, y al final todos ellos los defraudaron. Todo resultó ser vanidad.
¿Cuál es el sentido de la vida?, preguntó él. Uno trabaja mucho y algún otro sed alza con el mérito. Uno se esfuerza por ser bueno y los malvados se aprovechan de uno. Uno acumula dinero y éste va a las manos de hijos malcriados. Uno busca placer y éste se vuelve amargo. Y todos nosotros – ricos o pobres, buenos o malos, tenemos el mismo fin. Todos morimos. Sólo hay una forma de referirse a esta vida: vanidad; nada tiene sentido.
La vida debajo del cielo
Eclesiastés toca un nervio sensible en nuestra época. Ningún siglo ha visto tanto progreso, ni tanta desesperación. ¿Cuál es el propósito de la vida, al fin y al cabo? ¿Hay algún significado final? ¿Es todo lo que hay? Preguntó un autor de canciones después de detallar los placeres de la vida.
Una frase clave de este libro, “debajo del cielo”, describe el mundo vivido en un solo nivel, aparte de Dios y sin creencia alguna en la vida del más allá. Si usted vive en ese nivel, bien puede llegar a la conclusión de que la vida no tiene sentido, que no es más que vanidad.
Eclesiastés ofrece algunas palabras de esperanza, inclusive en el resumen final: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”. Eclesiastés 12:13. Ese es el mensaje positivo, la “lección” de Eclesiastés. Pero este mensaje positivo queda casi abrumado por el mensaje negativo poderoso de su ejemplo.. Uno podría resumir toda su vida en una frase de Jesús: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” Mateo 16:26
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
¡Les Bendigo!
“En este mundo hay sólo dos tragedias” decía Oscar Wilde. “Una es no obtener lo que uno quiere, y la otra es obtenerlo”. Este proverbio paradójico ha demostrado ser cierto en muchas ocasiones.
El hombre más rico del mundo
Muchos pobres piensan que con sólo tener más dinero serían felices. Howard Hughes llegó a ser el hombre más rico del mundo cuando apenas tenía 45 años. Veinte año más tarde, a los sesenta y cinco años, todavía tenía todo su dinero, pero era probablemente la persona más infeliz del mundo. Se había aislad de la sociedad humana, viviendo en cuartos de hotel pequeños y oscuros, evitando todo contacto con el sol. Vivía sucio: su barba creció hasta llegarle a la cintura y su cabello le caía por la espalda. Sus uñas tenían cinco centímetros de largo. Su macizo cuerpo se había reducido a piel y huesos.
Un rey rico
Hubo una vez otro hombre rico, muy rico, que descubrió que las riquezas no satisfacen. Su nombre era Salomón. El escribió un libro acerca de ello, llamado Eclesiastés. Este rey rico había probado prácticamente todo lo que la vida tenía que ofrecer. ¿Riquezas? Nadie podía superarlo en lujo (Eclesiastés 2:4-9). ¿Sabiduría? Todo el mundo sabía cuan sabio era (Eclesiastés 1:13-18). ¿Fama? Era rey, el hombre más famoso de su tiempo (Eclesiastés 1:12) El probó sistemáticamente todos los placeres y ejerció todos los poderes, y al final todos ellos los defraudaron. Todo resultó ser vanidad.
¿Cuál es el sentido de la vida?, preguntó él. Uno trabaja mucho y algún otro sed alza con el mérito. Uno se esfuerza por ser bueno y los malvados se aprovechan de uno. Uno acumula dinero y éste va a las manos de hijos malcriados. Uno busca placer y éste se vuelve amargo. Y todos nosotros – ricos o pobres, buenos o malos, tenemos el mismo fin. Todos morimos. Sólo hay una forma de referirse a esta vida: vanidad; nada tiene sentido.
La vida debajo del cielo
Eclesiastés toca un nervio sensible en nuestra época. Ningún siglo ha visto tanto progreso, ni tanta desesperación. ¿Cuál es el propósito de la vida, al fin y al cabo? ¿Hay algún significado final? ¿Es todo lo que hay? Preguntó un autor de canciones después de detallar los placeres de la vida.
Una frase clave de este libro, “debajo del cielo”, describe el mundo vivido en un solo nivel, aparte de Dios y sin creencia alguna en la vida del más allá. Si usted vive en ese nivel, bien puede llegar a la conclusión de que la vida no tiene sentido, que no es más que vanidad.
Eclesiastés ofrece algunas palabras de esperanza, inclusive en el resumen final: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre”. Eclesiastés 12:13. Ese es el mensaje positivo, la “lección” de Eclesiastés. Pero este mensaje positivo queda casi abrumado por el mensaje negativo poderoso de su ejemplo.. Uno podría resumir toda su vida en una frase de Jesús: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” Mateo 16:26
Tomado de la Biblia Devocional de Estudio de la Liga Bíblica.
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