“.. pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo ultimo de la tierra” (Hechos 1:8)
Gran Estrategia
Cuando Jesús hablo en el Monte de los Olivos en Betania (Hch. 1:4, 12), nos mostró un panorama que involucraría a todo el mundo (Hch. 1:8). Comenzó por señalar el punto de partida del evangelio: Jerusalén, como tres kilómetros al oeste. Desde allí, se expandiría por toda la región circundante (Judea) junto con su enajenado primo del norte (Samaria). Con el tiempo, llegaría a todo el mundo (pese a que la multitud en Hch. 1 posiblemente entendió que lo “ultimo de la tierra” se refería a la totalidad del Imperio romano.
El mandato de Jesús nos resulta admirable en la actualidad; pero, probablemente se encontró con menos entusiasmo en aquel entonces. Todos los lugares que se mencionan constituían problemas y peligros, tanto reales como imaginarios. Los judíos, que eran la mayoría de los oyentes de Jesús, representaban una pequeña minoría en el enorme Imperio Romano.
En efecto, la mayoría de los apóstoles provenían de la región de Galilea, al norte de Samaria. Los galileos debían soportar las burlas de sus hermanos judíos de Judea, en especial, de los de Jerusalén, quienes se consideraban mas puros y ortodoxos y menos contaminados con influencias extranjeras. Se mofaban de la región del lago denominándola “Galilea de los gentiles”. Ni siquiera soportaban el acento de Galilea.
Jerusalén
Jerusalén no era el hogar de los apóstoles, pero era la ciudad clave de Judea porque era el centro político, religioso, económico y cultural. La crucifixión de Jesús recién ocurrió en esta ciudad. Los líderes aun estaban empecinados en aplastar lo que quedaba de su movimiento.
Pero Jesús les dijo que comenzaran su ministerio en este lugar, donde reinaba gran hostilidad e intimidación. Ellos se deben de haber sorprendido: ¿Cómo los protegería de la inevitable oposición con que se encontrarían? ¿Tendrían que sufrir el mismo terrible fin que El tuvo?
Judea y Samaria
La relación de Jerusalén con Judea era la de un centro urbano con una provincia. Si penetraba en la ciudad, el evangelio también llegaría a los alrededores de la ciudad.
Sin embargo, Jesús fue cuidadoso al ligar Judea con Samaria, su primo del norte. Las dos naciones sostenían una dura rivalidad desde los principios del siglo octavo a.C., cuando los asirios colonizaron Samaria, y se casaron con los israelitas, hecho que “corrompió” la raza. Judea, que significa “judío”, se consideraban a si mismo la cuna del judaísmo puro por lo que veía a Samaria con desprecio. Tal como Juan lo señala en el relato de la mujer en el pozo de Sicar “judíos y samaritanos no se tratan entres si” (Jn 4:9).
Al llegar a Judea con el evangelio, los apóstoles galileos deberían sortear las barreras del orgullo regional y de la arrogancia cultural. Pero al moverse a Samaria, tendrían que superar prejuicios arraigados durante mucho tiempo.
Lo ultimo de la tierra
El hablar de la extensión del evangelio hasta “lo ultimo de la tierra” comprendía la eventual incorporación de los gentiles; el ultimo sobresalto para los apóstoles. En sus mentes, el mundo estaba dividido en judíos y no judíos (gentiles o “extranjeros”). Los judíos extremadamente ortodoxos no tenían ninguna relación con los gentiles. Hasta los judíos, como los apóstoles, que crecieron junto a los gentiles, evitaban al máximo el contacto con ellos.
Para extender el evangelio hasta los gentiles, entonces, los seguidores de Jesús tendrían que superar siglos de prejuicios raciales, religiosos y culturales y derribar muros de separación firmes y consolidados. En la practica ellos lo lograron, pero no sin grandes conflictos y tensiones.
Les bendigo!
Gran Estrategia
Cuando Jesús hablo en el Monte de los Olivos en Betania (Hch. 1:4, 12), nos mostró un panorama que involucraría a todo el mundo (Hch. 1:8). Comenzó por señalar el punto de partida del evangelio: Jerusalén, como tres kilómetros al oeste. Desde allí, se expandiría por toda la región circundante (Judea) junto con su enajenado primo del norte (Samaria). Con el tiempo, llegaría a todo el mundo (pese a que la multitud en Hch. 1 posiblemente entendió que lo “ultimo de la tierra” se refería a la totalidad del Imperio romano.
El mandato de Jesús nos resulta admirable en la actualidad; pero, probablemente se encontró con menos entusiasmo en aquel entonces. Todos los lugares que se mencionan constituían problemas y peligros, tanto reales como imaginarios. Los judíos, que eran la mayoría de los oyentes de Jesús, representaban una pequeña minoría en el enorme Imperio Romano.
En efecto, la mayoría de los apóstoles provenían de la región de Galilea, al norte de Samaria. Los galileos debían soportar las burlas de sus hermanos judíos de Judea, en especial, de los de Jerusalén, quienes se consideraban mas puros y ortodoxos y menos contaminados con influencias extranjeras. Se mofaban de la región del lago denominándola “Galilea de los gentiles”. Ni siquiera soportaban el acento de Galilea.
Jerusalén
Jerusalén no era el hogar de los apóstoles, pero era la ciudad clave de Judea porque era el centro político, religioso, económico y cultural. La crucifixión de Jesús recién ocurrió en esta ciudad. Los líderes aun estaban empecinados en aplastar lo que quedaba de su movimiento.
Pero Jesús les dijo que comenzaran su ministerio en este lugar, donde reinaba gran hostilidad e intimidación. Ellos se deben de haber sorprendido: ¿Cómo los protegería de la inevitable oposición con que se encontrarían? ¿Tendrían que sufrir el mismo terrible fin que El tuvo?
Judea y Samaria
La relación de Jerusalén con Judea era la de un centro urbano con una provincia. Si penetraba en la ciudad, el evangelio también llegaría a los alrededores de la ciudad.
Sin embargo, Jesús fue cuidadoso al ligar Judea con Samaria, su primo del norte. Las dos naciones sostenían una dura rivalidad desde los principios del siglo octavo a.C., cuando los asirios colonizaron Samaria, y se casaron con los israelitas, hecho que “corrompió” la raza. Judea, que significa “judío”, se consideraban a si mismo la cuna del judaísmo puro por lo que veía a Samaria con desprecio. Tal como Juan lo señala en el relato de la mujer en el pozo de Sicar “judíos y samaritanos no se tratan entres si” (Jn 4:9).
Al llegar a Judea con el evangelio, los apóstoles galileos deberían sortear las barreras del orgullo regional y de la arrogancia cultural. Pero al moverse a Samaria, tendrían que superar prejuicios arraigados durante mucho tiempo.
Lo ultimo de la tierra
El hablar de la extensión del evangelio hasta “lo ultimo de la tierra” comprendía la eventual incorporación de los gentiles; el ultimo sobresalto para los apóstoles. En sus mentes, el mundo estaba dividido en judíos y no judíos (gentiles o “extranjeros”). Los judíos extremadamente ortodoxos no tenían ninguna relación con los gentiles. Hasta los judíos, como los apóstoles, que crecieron junto a los gentiles, evitaban al máximo el contacto con ellos.
Para extender el evangelio hasta los gentiles, entonces, los seguidores de Jesús tendrían que superar siglos de prejuicios raciales, religiosos y culturales y derribar muros de separación firmes y consolidados. En la practica ellos lo lograron, pero no sin grandes conflictos y tensiones.
Les bendigo!
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