“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida”.
Proverbios 4:23.
La amargura aprovecha los momentos de dolor para introducirse y arraigarse en el corazón. Los momentos más difíciles son los más propicios para que la raíz de amargura encuentre la grieta para hacer su nido y echar sus raíces. Alguien dijo, es mejor prevenir que lamentar. Es mejor prevenir que buscar la medicina para curar la herida. Es así con la amargura, es mejor cuidar el corazón para no permitirle que entre.
¿De que me tengo que cuidar? Veamos algunas situaciones que la amargura aprovecha para anidarse en el corazón.
1. Relaciones humanas difíciles. Las relaciones humanas no son fáciles de llevar. Mucho menos cuando hay diferencias culturales o de hábitos. Esto se da con frecuencia en las familias, y es precisamente lo que sucedió con las nueras de Rebeca.
"Y cuando Esaú era de cuarenta años, tomó por mujer a Judit hija de Beeri heteo, y a Basemat hija de Elón heteo; y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca". Génesis 2:34-35
Judit y Basemat fueron las protagonistas para que en el corazón de Isaac y Rebeca se formaran raíces de amargura. Las relaciones entre las personas frecuentemente no son tan fáciles de llevar. La cultura, los hábitos, la educación, la forma de pensar forman abismos, divisiones, pleitos, que al final se transforman en raíces de amargura.
"Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión. No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres". Romanos 12:16-18
Debemos de buscar la paz con las personas. Cuando estamos en paz con los demás, el corazón es guardado para no permitir que la amargura entre y se arraigue en el corazón. Estar en paz se hace sencillo cuando aprendemos a amar. La Biblia nos enseña que el amor cubre multitud de pecados, así que cualquier situación puede ser solventada cuando buscamos el bien y no el mal de las personas con las que tengamos conflictos.
2. La falta de contentamiento. La insatisfacción o la falta de contentamiento crean grietas para que la amargura encuentre el espacio necesario para arraigarse en el corazón.
"Y se levantó Ana después que hubo comido y bebido en Silo; y mientras el sacerdote Elí estaba sentado en una silla junto a un pilar del templo de Jehová, ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente" . 1 Samuel 1:9-10
Ana deseaba un hijo, veía como la otra mujer de su esposo se burlaba de ella, la competencia no era leal, estaba en desventaja, esto causó un profundo descontento y frustración, hasta que su lloro y lamento era con amargura.
La Biblia nos aconseja:
"Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré". Hebreos 13:5.
La promesa de Dios es clara para los que saben estar contentos con lo que tienen, no te desampararé, ni te dejaré, Ana debería haber luchado por el milagro de ser madre, de tener un hijo, cuidando de estar contenta, de tal forma que no hubiera la posibilidad de permitir que la amargura se introdujera a su corazón.
El apóstol Pablo comenta que él aprendió a estar contento en medio de la escasez o de la abundancia. El gozo, la alegría, el contentamiento, no depende de lo que tenemos sino de lo que somos. El tener es una satisfacción parcial del alma, lo importante es entender que somos hijos de Dios, que tenemos un Padre tierno y amoroso que no nos desampara, ni nos deja.
3. Situaciones de gravedad en todos sentidos. Tanto las pérdidas familiares como el dolor de los fracasos familiares o la enfermedad, son momentos donde el dolor es la puerta para que la amargura entre al corazón.
El gran siervo Job había perdido a sus hijos, sus bienes materiales, además estaba enfermo de lepra (una enfermedad incurable para aquel tiempo). Así que ante una situación tan triste, declaró:
“Hoy también hablaré con amargura; Porque es más grave mi llaga que mi gemido”. Job 23:2.
Noemí perdió a su esposo y a sus hijos, había dejado su casa para buscar una mejor oportunidad, sin embargo, sus ilusiones de prosperidad se cambiaron por el dolor de perder a su familia y quedar en la derrota financiera. En medio del dolor, Noemí decía:
“No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara; porque en grande amargura me ha puesto el Todopoderoso”. Ruth 1:20.
Noemí significa placentera, Mara significa amargura. Ella había salido con las manos llenas, una familia, economía, salud, alegría, pero ahora regresaba con las manos vacías y sin familia. El dolor produce heridas en el corazón que son como el barbecho en la tierra para que se siembren las raíces de amargura.
Jeremías declaró cuando el pueblo estaba en calamidad:
“No lloréis al muerto, ni de él os condoláis; llorad amargamente por el que se va, porque no volverá jamás, ni verá la tierra donde nació”. Jeremías 22:10.
La pérdida de lo más importante en la vida deja un vacío en el corazón que solo Dios puede llenar con su amor.
¿Cómo podemos cuidar nuestro corazón cuando estamos en aflicción?
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios". 2 Corintios 1:3-4.
Tenemos un Dios que como Padre amoroso nos consuela en medio de la tribulación. En medio de las aflicciones debemos aprender paciencia y saber esperar en el consuelo que Dios nos trae. La Biblia dice que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28). Esta es una verdadera esperanza, pues de cada situación difícil aprenderemos una lección muy importante que nos hará mejores personas e hijos de Dios.
Recordemos que todo, absolutamente todo lo que nos suceda es para bien. Al final de la historia, Job es bendecido por Dios y le entrega multiplicado lo que había perdido. Al final, Noemí es bendecida, además de ser el medio para que del vientre de su nuera Ruth viniera el rey David y de su descendencia Jesucristo, el Hijo de Dios!
¡En medio de la aflicción, aprendamos a esperar en Dios!
4. Desesperanza en medio de la crisis. ¿Quién no tiene crisis en la vida? La vida es una aventura de todos los días, frecuentemente nos enfrentamos a situaciones que disparan nuestras emociones, nos exaltamos o nos deprimimos, gritamos o nos callamos, cuando estas crisis no se manejan adecuadamente, producen heridas que son aprovechadas por la amargura para anidarse en el corazón.
“Y David se angustió mucho, porque el pueblo hablaba de apedrearlo, pues todo el pueblo estaba en amargura de alma, cada uno por sus hijos y por sus hijas; mas David se fortaleció en Jehová su Dios”. 1 Samuel 30:6.
David regresa de la guerra y se encuentra con un panorama desolador. El enemigo había entrado a su campamento y había quemado a fuego las casas y se había llevado a las mujeres e hijos. Sus hombres experimentan el dolor y la derrota. Las emociones dañadas motivan a buscar culpables y un espíritu de venganza se hace presente.
“Todo el pueblo estaba en amargura de alma”, las crisis son la puerta a la amargura, por eso, las peores decisiones que podemos tomar en la vida, son las decisiones que se toman en tiempo de crisis.
“¡Más David se fortaleció en Jehová su Dios!”. David supo manejar la crisis, se fortaleció en Dios. En medio de la adversidad lo mejor es acudir a Dios. ¿Recuerda cuando los discípulos estaban en la barca en medio de una tormenta? ¡Ellos corrieron a Jesús! Este es el mejor camino, en medio de un mar de adversidad, Jesús estará atento para darnos la mano y llevarnos a tierra firme.
La palabra “fortalecer” indica ser fuerte, estar firme, ser sólido, estar sostenido. David se sostuvo en Dios, fue firme ante las circunstancias adversas. Su propia gente se volvió contra él, lo querían matar, la situación no era sencilla, sin embargo, David no se amedrentó ante una situación tan severa, sino fue fuerte, no en sus propias fuerzas, sino en las fuerzas de Dios.
5. Vejación, esclavitud, abuso. He visto personas que desde que nacen han llevado una vida de vejación, de esclavitud y abuso. Padres que abusan físicamente, mentalmente y hasta sexualmente, abuso físico en las calles a través de la violencia, maltrato psicológico, abren las puertas a las raíces de amargura.
El pueblo hebreo había llegado a Egipto para preservar su existencia, a través de José, el pueblo egipcio les había dado un buen trato. Ellos se multiplicaron de una manera extraordinaria causando temor en los egipcios y los hicieron sus esclavos.
“Y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor”. Éxodo 1:14.
Sucede igual con las personas que son obligadas a hacer cosas que no desean hacer. Aunque es una esclavitud diferente, al final, es lo mismo, vejación.
“Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres”. 1 Samuel 22:2.
La historia se repite una y otra vez. Cuatrocientos hombres “muy especiales” salieron a buscar a David en el desierto. Estos hombres se encontraban en amargura de espíritu, la aflicción, las deudas, el trabajo duro, había abierto brecha para que las raíces de amargura se instalaran en sus corazones.
¿Cómo guardar el corazón cuando se es víctima de un abuso? Hay cosas que suceden sin el consentimiento de la persona. ¡El único camino es el perdón!
Hay tres cosas que debemos hacer. En primer lugar, no busquemos venganza, la Biblia dice: “No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres”. Romanos 12:17. No debemos tomar la venganza en nuestra mano, Dios es nuestro juez y nuestra justicia.
En segundo lugar, debemos actuar con misericordia y soltar el perdón.
“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. Efesios 4:31-32.
En tercer lugar, esperemos en Dios no en los demás. Cuando somos heridos, normalmente esperamos, como victimas, que el agresor regrese a pedir perdón y a restituir, cuando ése momento no llega, viene frustración y deseos de venganza. ¡Dejemos las cosas en las manos de Dios y no esperemos nada del agresor!
Normalmente esperamos ser restituidos del daño que nos causaron, nunca nos dieron amor, esperamos amor; nos deben dinero, esperamos que nos paguen; fuimos agredidos, esperamos que nos pidan perdón. ¡No esperemos la restitución del agresor! Dios sabe como sanar nuestras heridas y restituirnos lo que otros nos quitaron.
En cuarto lugar, soltemos el perdón, pidamos a Dios que selle la herida y que nos ayude a olvidar las situaciones de dolor. Esforcémonos a olvidar el pasado y enfocarnos al futuro, veamos a los agresores como gente necesitada de Dios, con compasión y misericordia, pidamos el bien de Dios para ellos.
6. Indignación e impotencia a causa de la maldad. He estado en situaciones donde las personas expresan su maldad y me he sentido impotente por el injusto proceder hacia mi mismo o hacia otras personas.
“Le causaron amargura, le asaetearon, y le aborrecieron los arqueros”. Génesis 49:23.
Vemos como la Biblia habla de José, sus propios hermanos le agredieron e hicieron injusticia con él. “¡Le causaron amargura!” Así como José, nosotros también nos sentimos impotentes cuando usan maldad en nuestra contra sin podernos defender.
"Escucha, oh Dios, la voz de mi queja; Guarda mi vida del temor del enemigo. Escóndeme del consejo secreto de los malignos, de la conspiración de los que hacen iniquidad, Que afilan como espada su lengua; Lanzan cual saeta suya, palabra amarga, Para asaetear a escondidas al íntegro; De repente lo asaetean, y no temen”. Salmos 64:1-4
Esta era la queja del rey David, y es la queja de las personas que son victimas de la maldad de otras personas que no se miden para producir maldad hablando mentiras, chismes, palabras amargas, conspiración, todo esto es como un látigo que golpea en el corazón provocando amargura.
“Se llenó de amargura mi alma, y en mi corazón sentía punzadas. Tan torpe era yo, que no entendía; Era como una bestia delante de ti”. Salmos 73:21-22
Podemos ver en esta experiencia de David como la maldad causa un dolor agudo y profundo, la impotencia, frustración, crea “punzadas” como una espada que traspasa el corazón. David reconoce que la amargura le creó torpeza y falta de entendimiento, incluso, se ve actuando como un animal.
¿Qué podemos hacer en estos casos?
La respuesta la tenemos en el mismo salmo que David declara:
“Escucha, oh Dios, la voz de mi queja; Guarda mi vida del temor del enemigo. Escóndeme del consejo secreto de los malignos, de la conspiración de los que hacen iniquidad”. Salmos 64:1-2
En primer lugar, David se queja con Dios. David no corre con el vecino, o con el consejero, con la autoridad, sino con Dios.
En segundo lugar, David le pide a Dios que guarde su vida del temor del enemigo. Cuando hay maldad, nuestro corazón se llena de temor, esto produce desconfianza y falta de fe. Si Dios nos guarda del temor, la fe nos llevará a una dependencia de Dios, esperando que su poderoso brazo se mueva a nuestro favor.
En tercer lugar, pide que le “esconda” de lo que los malignos traman en su contra. La Biblia dice que “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Colosenses 3:3). Esto quiere decir que en medio de la maldad, Dios nos guarda y nos protege para que no seamos dañados.
Nuestra naturaleza humana es sensible al temor cuando nos sentimos atacados, sin embargo, recordemos que la fe nos hace enfrentar todo problema, tribulación y aflicción, nuestra dependencia de Dios nos trae seguridad.
7. Tristeza por la conducta incorrecta y los pecados de un hijo. Los hijos suelen ser de gran bendición para los padres, sin embargo, algunas veces, vemos hijos ingratos que abusan del amor de los padres, esto causa amargura al corazón.
“El hijo necio es pesadumbre de su padre, y amargura a la que lo dio a luz”. Proverbios 17:25.
Cuando el hijo no escucha el consejo del padre y desecha la instrucción, viene la frustración e impotencia, que al final son las puertas a la amargura.
¿Cómo podemos guardar el corazón?
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”. Efesios 6:1-4
El consejo es sencillo, los hijos deben de someterse y obedecer a sus padres, honrarlos y estar bajo su autoridad. Su recompensa es que les irá bien y serán de larga vida. Por parte de los padres, deben de tener prudencia con los hijos, disciplinarlos con amor y manteniendo una relación de respeto hacia ellos.
8. El peso del pecado y de la vida antigua. El pecado mismo es una puerta para que la amargura eche raíces en nuestro corazón. Nuestra misma conciencia y el sentimiento de culpa nos hace sentir incómodos, hay la seguridad que no esta bien nuestra forma de actuar.
“He aquí, amargura grande me sobrevino en la paz, mas a ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados”. Isaías 38:17
¡En este caso, el corazón es guardado cuando se evita el pecado!
El crecimiento espiritual es responsabilidad del creyente. Cada uno crece en la medida de la pasión por ser un mejor hijo de Dios. En el proceso, debemos dejar la vieja naturaleza y vestirnos con la nueva. Mientras que esto sucede, podemos caer en los viejos hábitos y costumbres, esto trae frustración y abre las puertas a la amargura.
“Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia”. Efesios 4:31.
¡Esta es la instrucción del apóstol! El crecimiento espiritual es necesario, debemos esforzarnos para dejar todo aquello que son puertas abiertas para la amargura, el enojo, ira, malicia, y debemos buscar llevar una vida cada día más agradable delante de Dios.
“Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente”. Mateo 26:75.
¡Pedro lloró amargamente después de haber negado al Señor!
Cuando negamos al Señor con nuestra forma de vida, nuestro corazón es infectado de amargura. Podemos guardar nuestro corazón creciendo espiritualmente, involucrándonos cada día con más fuerza y dedicación a las cosas de Dios.
9. Envidia, materialismo, comparación. Frecuentemente el éxito de algunos causa la envidia y las comparaciones en otras personas. Felipe el evangelista era usado por Dios en Samaria de una manera extraordinaria. Por mucho tiempo, Simón el mago había estafado a las personas y los reflectores de aquella ciudad estaban sobre él.
Cuando los apóstoles supieron de aquel avivamiento, enviaron a Pedro y a Juan para ayudar a Felipe. Cuando Simón vio que la gente recibía el bautismo en el Espíritu Santo su corazón se llenó de envidia y ofreció dinero a los apóstoles para que le dieran ese poder.
“Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás”. Hechos 8:20-23
El corazón de Simón se llenó de envidia cuando vio el poder de Dios en acción a través de los apóstoles. Pedro identificó que se encontraba prisionero de su propia maldad y amargura había llenado su corazón.
Debemos de guardar nuestro corazón estando contentos con lo que tenemos.
“Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores”. 1Timoteo 6:8-10
El amor del dinero, la envidia, codicia, nos pueden apartar de la fe, somos traspasados de muchos dolores, la amargura entra al corazón como espada aguda. Podemos guardar nuestro corazón cuando estamos contentos con lo que tenemos.
“La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella”. Proverbios 10:22.
Cuando la bendición viene de Dios no trae tristeza con ella. Cuando las riquezas vienen de nuestro propio esfuerzo y avaricia, producen temor, angustia, cansancio, que al final se traduce en tristeza.
Sigamos la instrucción del salmista: ¡Espera en él y él hará!
¡Nuestro desafío es guardar nuestro corazón! Debemos de sellar toda posibilidad de que una raíz de amargura se establezca y nos contamine. ¡Esta es nuestra responsabilidad! Dios ha hecho su parte, nos ha dejado SU Palabra para que seamos edificados y tengamos un verdadero crecimiento cristiano.
Al guardar nuestro corazón, estamos asegurando la sanidad de nuestra alma y un servicio a Dios de excelencia.
Finalmente debemos entender:
- Todos somos susceptibles de experimentar la amargura. En los ejemplos vemos a personas importantes y gente común, creyentes e inconversos. La amargura no es una enfermedad exclusiva de aquellos que se condenan, también los santos pueden vivir amargados.
- La amargura puede apoderarse de nuestra vida y llevarnos a la muerte. Algunos de los ejemplos que leímos tienen un terrible final. Las personas que están cerca de una persona amargada sufren con ella, son contaminados y la muerte de uno, es la muerte de muchos.
- Hay una manera diferente de vivir. Algunos de los ejemplos que revisamos son personas que vencieron la amargura y fueron felices al ser sanados por Dios. Aunque nuestro desafío es guardar nuestro corazón de la amargura, si la amargura ha hallado lugar en el corazón, si hay oportunidad de ser sanado.
¡Empecemos hoy a vivir diferente!
Tomado de:
¡Les bendigo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario